Escrito por Victor García Rayo en Pasión por Sevilla el 28 de Octubre de 2008
Me emociono. No puedo evitarlo. Apenas tiene siete años y mi niño pequeño anda buscando la Esperanza por las calles de la ciudad más hermosa del mundo. Su madre y yo le hemos contado que en Ella, en la Esperanza, está la verdad, la felicidad, la alegría y la explicación de todas las cosas. Álvaro es pequeño pero muy sevillano, y por eso anda tras los pasos de la Virgen María, la dulce compañía de sus sueños. Y me emociono. Aparece en el documental de José Antonio Rodríguez con una foto de la Reina Marinera en la mano, buscándola por esas calles que son sagradas en mi casa.
Ha visto a su hermano —que también es muy sevillano— salir de costalero en la Cruz de Mayo del Baratillo y todos los meses pregunta cuánto le falta para cumplir la edad necesaria para los ensayos. Mi niño lleva entre sus manitas una fotografía y todo el cariño del mundo. Sabe que sus padres le indican el camino bueno. Porque es camino de amor. Le tenemos dicho que en el regazo de la Virgen está la verdad. Álvaro lo sabe y lo cree.
Apenas tiene siete años y ya va por Sevilla buscando a la Esperanza. Como lo hicieron sus padres y sus abuelos. Por eso me emociono. Y porque cuando le veo andar, con una foto de la Esperanza, su pantalón corto y su sonrisa hermosa, siento que le debo al cielo la fe que me dieron.
Ojalá la encuentre. Porque será feliz. Si no lo hace, aquí estarán sus padres, para volver a decirle que en las calles de Sevilla está la Esperanza, para tomarle la manita y devolverlo al camino, el mismo camino que quiso José Antonio Rodríguez que mi niño hiciera en el documental. A esta hora está cansado. Es de noche. Me lo comería a besos, y no quiero despertarlo.
Porque le imagino soñando que pasea por las calles de Sevilla, buscando a la Esperanza, la de la dulce compañía.Duerme, mi amor, que estás bendito del Cielo. Hoy papá ha visto sonreír a la Esperanza. Y siento que hago bien regalándote el amor por Sevilla que le di a tu hermano, y la fe que te dará la vida cuando ya no vistas pantaloncito corto.
Me emociono. No puedo evitarlo. Apenas tiene siete años y mi niño pequeño anda buscando la Esperanza por las calles de la ciudad más hermosa del mundo. Su madre y yo le hemos contado que en Ella, en la Esperanza, está la verdad, la felicidad, la alegría y la explicación de todas las cosas. Álvaro es pequeño pero muy sevillano, y por eso anda tras los pasos de la Virgen María, la dulce compañía de sus sueños. Y me emociono. Aparece en el documental de José Antonio Rodríguez con una foto de la Reina Marinera en la mano, buscándola por esas calles que son sagradas en mi casa.
Ha visto a su hermano —que también es muy sevillano— salir de costalero en la Cruz de Mayo del Baratillo y todos los meses pregunta cuánto le falta para cumplir la edad necesaria para los ensayos. Mi niño lleva entre sus manitas una fotografía y todo el cariño del mundo. Sabe que sus padres le indican el camino bueno. Porque es camino de amor. Le tenemos dicho que en el regazo de la Virgen está la verdad. Álvaro lo sabe y lo cree.
Apenas tiene siete años y ya va por Sevilla buscando a la Esperanza. Como lo hicieron sus padres y sus abuelos. Por eso me emociono. Y porque cuando le veo andar, con una foto de la Esperanza, su pantalón corto y su sonrisa hermosa, siento que le debo al cielo la fe que me dieron.
Ojalá la encuentre. Porque será feliz. Si no lo hace, aquí estarán sus padres, para volver a decirle que en las calles de Sevilla está la Esperanza, para tomarle la manita y devolverlo al camino, el mismo camino que quiso José Antonio Rodríguez que mi niño hiciera en el documental. A esta hora está cansado. Es de noche. Me lo comería a besos, y no quiero despertarlo.
Porque le imagino soñando que pasea por las calles de Sevilla, buscando a la Esperanza, la de la dulce compañía.Duerme, mi amor, que estás bendito del Cielo. Hoy papá ha visto sonreír a la Esperanza. Y siento que hago bien regalándote el amor por Sevilla que le di a tu hermano, y la fe que te dará la vida cuando ya no vistas pantaloncito corto.